Propiedades Profilácticas y Terapéuticas de la Vitamina C II Parte
Por Lic. Nut. Miguel Leopoldo Alvarado Saldaña
La historia de las vitaminas y su relación con la prevención y curación de enfermedades, representa una serie de importantes lecciones que autoridades sanitarias y profesionales de la salud no deben pasar por alto.
Pareciera que el hombre no aprende de sus experiencias pasadas. Y a pesar de una creciente acumulación de sólidas evidencias científicas respecto a la inocuidad y gran utilidad de vitaminas y fitonutrientes en la prevención y curación de enfermedades, su aprovechamiento profiláctico a escala masiva es reiteradamente rechazado por no coincidir con parámetros mentales oficiales, criterios anacrónicos e intereses mercantilistas que anquilosan el progreso de la praxis sanitaria.
Numerosos estudios realizados por prestigiados investigadores, varios de ellos acreedores del Premio Nóbel, indican que el suministro de ciertas vitaminas en dosis superiores a las oficialmente recomendadas, podría contribuir a abatir en forma importante la epidemia de enfermedades degenerativas que padecemos en la actualidad.
Pasando por alto una creciente certeza científica existente y la convicción de eminentes personalidades del campo científico, en varios países se ha emprendido campañas con el objeto de desprestigiar y ridiculizar la utilización de diversos nutrimentos, especialmente vitaminas como recurso preventivo y terapéutico. Llegando incluso en algunos casos hasta el extremo de pretender prohibir y en otros de haber prohibido ya, ciertas formulaciones y dosificaciones de nutrimentos, asegurando absurda y obstinadamente que implican un riesgo para la salud. En algunos países, la libre fabricación, venta, recomendación y adquisición de complementos alimenticios, así como la divulgación de la información que avala su uso, se ha tipificado como un delito y se ha penalizando.
Dicen que quien no conoce su historia, corre el riesgo de cometer y repetir los mismos errores. ¿Estaremos repitiendo los errores que en el pasado afectaron a la humanidad respecto al escorbuto, el beriberi, la pelagra, el raquitismo y el consumo de alimentos integrales, vegetales y frutas frescas?.
Conclusión de la historia del escorbuto
Recapitulando: el escorbuto fue conocido desde la antigüedad, descrito por los romanos y posteriormente designado como “peste” después de la séptima cruzada. (1248-1254) Aparecía en forma epidémica en las plazas asediadas por ejércitos enemigos o en tripulaciones de navíos durante viajes prolongados, donde escaseaban los alimentos frescos. El agotamiento de las reservas fisiológicas se producía de manera perceptible, en un mismo plazo, en la mayoría de individuos sometidos a un mismo régimen alimentario monótono de galletas y carne seca y a esfuerzos físicos y psíquicos, cuya carga de estrés incrementaba las necesidades de vitamina C; Una vez agotadas las reservas de ascorbatos de la médula ósea y las glándulas suprarrenales, aparecía el escorbuto, manifestándose por encías tumefactas y sangrantes, aflojamiento y posterior caída de los dientes, hematomas subperiósticos, musculares y subcutáneos, piernas hinchadas y ulceradas, diarreas, letargo y finalmente la muerte, síntomas semejantes a los de la etapa terminal del cáncer, especialmente de leucemias.
La acción saludable de vegetales frescos, en especial jugo de escaramujo, perejil bayas silvestres, limón y raíz de rábano silvestre fue conocida durante siglos desde antes de la Edad Media , pero las autoridades se rehusaban a aceptarlos y a implementarlos por no coincidir con los parámetros intelectuales oficiales e intereses de la época.
Conocido también como el azote de los exploradores por su implacable letalidad, se impuso la costumbre de llevar en los barcos el doble de la tripulación requerida para suplir a los marineros que con seguridad morirían.
En una de sus bitácoras, Américo Vespucio cuenta una reveladora anécdota: en sus incursiones oceánicas cerca de Brasil, abandonó en una isla a un grupo de marineros enfermos de escorbuto a los que consideró incurables y desahuciados. Abandonados a su suerte para que murieran, se alimentaron con vegetales y frutas frescas del lugar. A su regreso varios meses después, los encontró no solo vivos, sino curados. Américo Vespucio bautizó a la isla con el nombre deCuracao que en portugués significa curación.
Entre quienes advirtieron el verdadero origen de la enfermedad, además de los ya mencionamos, se encuentra Juan Federico Beachstrom, presente en el sitio de Thorn en 1743, donde observó que tras una epidemia de escorbuto causante de más de 5,000 muertes, la enfermedad desapareció al rendirse la plaza, deduciendo que la escasez de fruta y verdura frescas era la causa.
Por su parte John Pringle llegó en 1763 a la misma conclusión tras observar un fenómeno similar en el campo de prisioneros franceses de Sisinghusrt Castle en el condado de Kent. Pero a pesar de los conocimientos empíricos preexistentes y de estas y muchas otras claras experiencias, para el estamento médico y las autoridades civiles, el escorbuto fue durante varios siglos un misterio y tratado como una enfermedad misteriosa y contagiosa.
Esa confusión quedó manifestada en comentarios como los de Eugaleno quien en 1607 escribió: se trata de "un mal que constituye la más complicada enfermedad, azote de la justicia divina contra los pecados de los hombres, consecuencia del influjo del demonio". Otros afirmaron que se debía "al desánimo e inacción de los hombres” en las largas travesías oceánicas. Otros más aseguraban que se debía a "miasmas que emanan de diversos lugares, a través de podredumbres y focos de putrefacción".
Por su parte, el mismo Jacob Lind la achacó al principio a "la diferencia que había entre las habitaciones mal ventiladas de la marinería, en comparación con los camarotes más desahogados de los oficiales". Congruentes con esa creencia, en 1740 cuando la flota de Lord Anson sufrió terribles pérdidas humanas por el escorbuto, se ordenó la apertura de seis huecos en cada buque para ventilarlos y un aseo general con vinagre, lo que desde luego disminuyó el contagio de enfermedades infecciosas, en los debilitados marineros, pero no abatió el escorbuto.
En Santa Catalina, los médicos insistieron que la causa era "no haber cuidado la purificación de la atmósfera de los barcos por lo que, la carga de las exhalaciones de los cuerpos se convertía en una masa azótica de naturaleza debilitante".
Para combatirlo, se utilizaron ineficaces remedios entre los que figuraban comer luciérnagas, culantrillo, algunos tipos de helechos, tomar café concentrado (en Hamburgo se abrió el primer café público gracias esta creencia) y aire fijo (lo que hoy llamamos soda).
Ante el fracaso de la medicina, las medidas oficiales y la acumulación de evidencias que señalaban hacia otras causas, el médico inglés Jacob Lind rectificó y realizó sus pioneras investigaciones sobre la cura y prevención del escorbuto con jugo de cítricos, cuyos resultados fueron publicados en 1753. Lind demostró por primera vez que un componente de la alimentación es esencial para prevenir y curar una enfermedad especifica causada por su deficiencia.
Gracias a Lind, 42 años después de sus hallazgos y un año después de su muerte, el Almirantazgo Británico instruyó a la Marina Inglesa para ordenar el consumo rutinario de una onza de jugo de limón a partir de 1795, lo que se convirtió en obligatorio en todos los barcos del reino. El jugo de limón se tomaba concentrado, junto con una pequeña cantidad de aguardiente, todos los días.
Pese a los sorprendentes resultados, este procedimiento fue motivo de burla por marinos de otros países quienes despectivamente apodaron a los marineros británicos “limely” o bebedores de limón. Sin embargo, esa medida le dio al Reino Unido un gran poderío marítimo-militar, al contar con los marineros más sanos del mundo. Gracias a esta medida aparentemente tan simplista de ordenar la toma rutinaria de jugo de limón, a partir de entonces Inglaterra emergería como una gran potencia mundial. Casi al mismo tiempo, una vez identificadas las causas del escorbuto, Mac Bride recomendaba la cerveza antiescorbútica, más conocida como “drech”, la que se elaboraba de la siguiente forma: se humedecía la cebada hasta que se hinchaba y germinaba. Luego se hacia secar entre dos lienzos para posteriormente tostarse, se molía y se guardaba en botes de lata para luego tomarla diluida o en infusión. El resultado era una bebida que contenía suficientes cantidades de vitamina C como para prevenir o curar la enfermedad.
El jugo de limón y la cerveza de cebada germinada, fueron los dos métodos antiescorbúticos que protegieron a la expedición del capitán James Cook en 1755, durante un largo viaje de tres años y otras expediciones menos conocidas.
Gracias a los buenos resultados de esas experiencias, el almirantazgo de la marina de diversos países tomó nota, e implementó métodos parecidos para prevenir la temida enfermedad. Los españoles tomaban quina con patata, los alemanes y escandinavos coles ácidas deshidratadas y en pastillas, en Finlandia, Suecia y Canadá jarabe de hojas de pino y los rusos tortas de harina de centeno, entre otros.
¿Cuánto sufrimiento, discapacidad y muerte innecesaria se habría evitado durante varios siglos, si se hubiese aceptado la relación entre la alimentación, la salud y la necesidad de incorporar a la dieta diaria vegetales y frutas frescas y crudas, ricas en vitamina C, bioflavonoides y otros fitonutrientes?.
¿Estamos ahora ante un escenario parecido?
El mismo extravío y necedad humana que prevalecieron durante varios siglos en torno al escorbuto, parece repetirse hoy respecto a los nuevos descubrimientos sobre la vitamina C y a la pandemia de enfermedades degenerativas que sufre la humanidad.
Reconocidos investigadores han observado, identificado y estudiado un fenómeno patógeno, precursor, común y subyacente, que junto con otros factores también de tipo alimentario dan origen a los trastornos degenerativos conocidos como“enfermedades de la civilización”. Males que para el hombre moderno representan una enorme carga de morbilidad, discapacidad y mortalidad tales como enfermedades cardiovasculares, cáncer, artritis y complicaciones de los diabéticos.
Este fenómeno patógeno, presente como precursor común en asociación con otras causas ambientales ha sido definido como una especie de escorbuto subclínico, cónico y moderado pero capaz de deteriorar de tal manera el tejido conjuntivo y el sistema circulatorio que siembra las bases para desencadenar los trastornos degenerativos. Se ha encontrado y documentado que en estos padecimientos, existen lesiones preescorbúticas producidas por insuficiencia de vitamina C y que se revierten con un alto grado de eficacia elevando su ingesta diaria de ácido ascórbico.
A través de numerosos estudios se ha demostrado que las recomendaciones oficiales mínimas de vitamina C resultan insuficientes para prevenir y curar las lesiones preescorbúticas precursoras que preceden a las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, la artritis y las complicaciones de los diabéticos.
Se ha probado con solidez que el suministro de entre 2, 10 y a veces más gramos diarios de vitamina C al día, puede prevenir o curar dichas enfermedades, aporte con el que se revierten y se produce un asombroso mejoramiento de los pacientes.
Resultados más espectaculares se logran si el tratamiento de vitamina C se acompaña de otros nutrientes, fitonutrientes, alimentos crudos ricos en bioflavonoides y probablemente algunas otras sustancias aun no descubiertas.
Sin embargo, existe una consigna a escala mundial: Obstaculizar la utilización de dosis masivas de vitamina C para prevenir o curar estos males.
DESCRIPCIÓN, MECANISMOS DE ACCIÓN Y FUNCIONES DEL COMPLEJO VITAMÍNICO C
Si bien el conocimiento de la avitaminosis C (escorbuto) es antiguo, el descubrimiento de la sustancia activa y su síntesis son recientes. Fue aislada a partir de glándulas suprarrenales y luego del pimentón verde (pimiento morrón) en 1928 por el bioquímico húngaro Albert Szent György). Demostró que esta sustancia previene el escorbuto la denominó ácido ascórbico y descifró su formula química.
A través de las diferentes etapas del desarrollo de la nutriología, se ha conocido a esta vitamina con distintas denominaciones: vitamina C-1, ácido ascórbico, ácido cevitamínico, ascorbina y vitamina antiescorbútica.
Hoy sabemos que se trata de un ácido orgánico derivado de la glucosa, con cuya sustancia comparte una semejanza estructural: 6 átomos de carbono, pero solo seis y ocho átomos de hidrógeno (en lugar de los doce del azúcar glucosa), dos de los cuales pueden ser tomados de otras sustancias o cedidos a ellas. Por lo que el ácido ascórbico funciona como un catalizador biológico y como transportador de hidrógeno y participa por ende en los fenómenos de respiración celular.
Durante años de investigación se han encontrado diferentes sustancias con actividad antiescorbútica, pero la más importante de todas, es el ácido ascórbico, sustancia redox del metabolismo celular, presente en todos los tejidos del cuerpo humano.
Szent-György observó que las preparaciones naturales de vitamina C se mostraban eficaces en el tratamiento de las alteraciones vasculares de los animales escorbúticos, mientras que el ácido ascórbico sintético no producía ningún resultado positivo.
Experiencias similares, demostraron que las rupturas de los vasos sanguíneos, los hematomas y las hemorragias concomitantes al escorbuto no son curadas, ni siquiera mejoradas mediante la administración del ácido ascórbico sintético, sino solamente con una cura de limón.
Así fue como se descubrió lo que al principio se denominó vitamina C-2, vitamina P, factor vitamínico P y más adelante: citrina. En realidad no se trata de una sola sustancia sino de un conjunto o familia de una numerosa cantidad de sustancias emparentadas que se encuentran normalmente mezcladas con la vitamina C en diversos vegetales y frutas. Actualmente se denominan flavonas, flavonoides o bioflavonoides y se conocen más de 4000 sustancias de esta familia.
Así quedó demostrado que la vitamina C no actúa sola, sino en combinación sinérgica de otras importantes sustancias orgánicas a las que en conjunto se les llamó Complejo Vitamínico C, como se encuentra en su contexto natural.
Como resultado de una cantidad impresionante de trabajos de investigación sobre esta vitamina, se cuenta actualmente con abundante infamación sobre las varias e importantes funciones que realiza en el organismo humano.
Vitamina C-1 (ácido ascórbico)
La vitamina C es un catalizador ubicuo, ampliamente distribuido en todas las células de los seres vivos, indispensable para la vida. Es por excelencia la vitamina del metabolismo celular para todas las especies vegetales y animales, para las que resulta indispensable. Condiciona y acelera el crecimiento de las plantas en cuyos brotes y hojas participa en los fenómenos de fotosíntesis. Canaliza la transferencia de energía para la formación de azúcar.
En su contexto natural, se encuentra normalmente combinada con bioflavonoides y carotenoides, sustancias con las que interactúa sinérgicamente. Esta mezcla hace a la vitamina C natural, superior a la sintética.
Abunda en las coles, espinacas, pimientos, tomates, fresas, grosellas y frutos cítricos. Los tejidos animales como la carne cruda y fresca también la contienen en cantidades importantes, en espacial en el hígado se encuentran concentraciones de 20 miligramos por cada 100 gramos . El perejil es uno de los alimentos más ricos con 150 miligramos por cada 100 gramos .
Desaparece de los organismos en reposo como las semillas (cereales, oleaginosas, leguminosas) y reaparece en abundancia durante la germinación. Si se quiere provocar escorbuto en uno de los animales que no sintetizan su propia vitamina C o en el hombre, basta proporcionarles una dieta exclusiva de cereales y alimentos cocidos.
La vitamina C se encuentra en todos los órganos, pero en distintas concentraciones. Son especialmente ricas en ácidos ascórbico ciertas glándulas de secreción interna (hipófisis, suprarrenales, cuerpo amarillo del ovario), así como también el hígado, el cristalino del ojo, los glóbulos blancos de la sangre. Los glóbulos blancos (linfocitos) son portadores de una reserva movilizable que desciende a cero cuando la alimentación es escasa en vitamina C.
El ácido ascórbico es así mismo un regulador metabólico de primer orden. Activa numerosas enzimas y ejerce un efecto protector contra carencia de otras vitaminas (A, B-1, B-2, D, E, K, ácido pantoténico, biotina y ácido fólico). Höjer la define como un “carburante” del metabolismo celular. Cuando las células disponen de la cantidad necesaria, su funcionamiento es normal, si existe insuficiencia su actividad se torna lenta y las células vierten a la circulación productos insuficientemente degradados intoxicando al organismo. El suministro adecuado de vitamina C devuelve el metabolismo celular su nivel fisiológico, lo cual es percibido al mejorar la sensación de bienestar.
Un hombre normal sintetiza diariamente en su hígado alrededor de 1 gramo de colesterol que es distribuido hacia los tejidos por medio de las lipoproteínas de baja densidad. El aporte de vitamina C estimula la producción de lipoproteínas de alta densidad (HDL), las cuales transportan el colesterol de los tejidos periféricos hacia el hígado para ser catabolizado, siento uno de los motivos por los que previene las enfermedades cardiovasculares.
En las glándulas suprarrenales, la vitamina C interviene en la transformación de colesterol en hormonas esteroides, (cortisona, desoxicorticosterona), así como en la síntesis y protección de adrenalina y noradrenalina (hormonas ergotrópicas y simpático-tónicas). Su importancia es primordial en todos los estados de estrés: Heridas, intoxicaciones, quemaduras, hemorragias, intervenciones quirúrgicas, enfermedades infecciosas, fatiga por exceso de trabajo y temperaturas extremas (frío o calor).
Los animales sometidos a insuficiencia de vitamina C, muestran intolerancia al estrés, intolerancia al azúcar con ciclos de hipoglucemia-hiperglicemia, incapacidad para elaborar y acumular glicógeno en el hígado y resistencia a la insulina.
La vitamina C interviene en la formación de la sustancia fundamental intercelular que adhiere una célula a otra (cemento intercelular), y de los mucopoilisacáridos que aseguran la integridad e impermeabilidad las membranas celulares. Favorece la acción de la catalasa, enzima indispensable para la defensa antiinfecciosa. De manera que la gingivitis producto de la insuficiencia de vitamina C, es el producto del debilitamiento de la resistencia de las encías a las toxinas y bacterias normalmente presentes en la boca. La vitamina C abrevia la duración de las enfermedades triviales como la gripe y amigdalitis y evita sus complicaciones como pulmonía y reumatismo.
Ha quedado demostrado que los seres humanos que reciben un suministro elevado de vitamina C elaboran más anticuerpos de tipo IgG e IgM (1977, Vallance) e incrementan sus niveles de interferón, lo que les permite resistir mejor a las infecciones, en especial a las virales.
La eficacia fagocitaria de los linfocitos sólo es ejercida cuando contienen suficientes ascorbatos. Un aporte cotidiano de vitamina C aumenta su número en un múltiplo 3 por 10 gramos y de 4 para un consumo de 18 gramos de vitamina C por día.
En el hombre, un gramo diario de vitamina C reduce la duración de la gripe común en un 30 por ciento. Destruye al bacilo de Koch in Vitro. Y atenúa la acción del virus del herpes en el conejo. Disminuye las lesiones miocárdicas por estreptococo hemolítico en el cobayo.
El ácido ascórbico desempeña eficientes funciones desintoxicantes contra una amplia gama de sustancias tóxicas como las sulfamidas, los químicos del tabaco, y otros agentes tóxicos y cancerígenos.
Diversidad de funciones
En general, la vitamina C interviene en la absorción del hierro, contribuye a la formación de los huesos, dientes y tejidos. Favorece y acelera la cicatrización de las heridas. Ayuda a mantener la elasticidad de la piel. Interviene en la elaboración de las hormonas del estrés. Mejora la resistencia a las infecciones. Fortalece y protege las paredes de los vasos sanguíneos, venas, vénulas, arterias y conductos linfáticos. Previene y contribuye a curar la hipertensión, ateroesclerosis, varices, cardiopatías, artritis, complicaciones diabéticas y cáncer. Es un potente e importante antioxidante hidrosoluble intracelular.
Necesidades de vitamina C en condiciones de estrés
El grado en que los animales soportan el estrés depende en gran medida de su capacidad para producir hormonas hipofisiarias y suprarrenales. Como la vitamina C es necesaria para su producción, su requerimiento aumenta proporcionalmente a la carga de estrés. Si en dichas condiciones el suministro es deficiente, las glándulas suprarrenales pronto sufren hemorragias y la elaboración y secreción de hormonas se reduce marcadamente. La vitamina C acelera el ritmo de producción de cortisona, mejora su utilización y junto con los bioflavonoides, retrasa su descomposición aliviando muchas de las alteraciones producidas por el estrés.
El humano cuerpo consume grandes cantidades de vitamina C para desintoxicarse de las sustancias nocivas que se forman durante el estrés, circunstancias en las que se pierden con la orina cantidades muy superiores a las normales.
Experimentos realizados en animales indican que en condiciones de estrés intenso, la necesidad de vitamina C aumenta exorbitantemente, con frecuencia hasta 70 veces por arriba que en el estado de salud normal.
Grandes dosis de vitamina C protegen a los animales contra todo tipo de estrés. Ratas expuestas al frío intenso mueren a menos que se les administre grandes dosis de esta vitamina. Los conejillos de indias expuestos a río intenso se mantienen saludables con dosis superiores a 75 veces su requerimiento habitual; con dosis menores sufren hemorragias en sus glándulas suprarrenales y muchos mueren.
Traducido esto a términos humanos, estamos hablando de una dosis 75 veces mayor al requerimiento mínimo equivaldría a una dosis de gramos por día. En el cuerpo humano el requerimiento de vitamina C durante el estrés se puede elevar a entre 5 y 10 gramos diarios.
Formación de tejido conectivo
La vitamina C es un prerrequisito esencial para la síntesis de colágeno, proteína del tejido conectivo, siendo indispensable para el crecimiento y mantenimiento del endotelio vascular, piel, cabello, uñas, dientes, huesos, cartílagos y todos los tejidos de sostén. Por lo tanto es necesaria para asegurar la rápida cicatrización de las heridas, para mantener el tono elasticidad y la salud de los vasos sanguíneos y de la piel.
En ausencia de vitamina C, el tejido conjuntivo desaparece y la matriz ósea se reabsorbe, fenómeno observado por ejemplo en la osteoporosis de los ancianos, por lo que es también un factor fundamental para la salud de los huesos, dientes y curación de fracturas.
Protección del corazón y vasos sanguíneos
“El primer signo de deficiencia de vitamina C es la ruptura espontánea de las paredes de los vasos capilares. Como los coágulos se forman con mayor probabilidad en los puntos de ruptura o lesión de dichos vasos, una de las causas principales de infartos y ataques apopléticos desencadenados por coágulos es la deficiencia de vitamina C. A medida que las sustancias grasas de depositan en la pared interna de las arterias, van debilitando el tejido, lo que incrementa cada vez más el riesgo de ruptura, a menos que el suministro de vitamina C sea adecuado y constante. Al mismo tiempo, la ateroesclerosis provoca un estado de estrés que eleva desmesuradamente la necesidad de vitamina C. Por eso es posible que se presente una ruptura y ésta forme un coágulo de desastrosas consecuencias cuando la ingestión de vitamina C es insuficiente”. (Adelle Davis. Let´s Get Well. 1996. Pág. 74.).
Por su participación en la elaboración de colágeno, en el sostenimiento del tono, la resistencia y permeabilidad vascular, la vitamina C es esencial para la prevención y reparación del daño (injuria) del endotelio vascular; y por su capacidad antioxidante para evitar la oxidación del colesterol. Dos acciones protectoras fundamentales para prevenir la ateroesclerosis y reducir la formación de coágulos en la sangre. Se ha comprobado, además, que disminuye la adhesividad plaquetaria, la viscosidad sanguínea y la posibilidad de formación de trombos, émbolos, coágulos y ateromas.
Así mismo, ha probado que puede disminuir los niveles de LDL-colesterol (colesterol malo) y aumentar los niveles de HDL-colesterol (colesterol bueno), por lo que contribuye a revertir las dislipidemias. Por otra parte, se ha encontrado que los monos deficientes en vitamina C producen colesterol seis veces más deprisa que los monos sin deficiencia. Los conejillos de Indias ateroescleróticos se curan con dosis masivas de vitamina C, 50 veces superiores a las necesidades normales.
Las necesidades de vitamina C del músculo cardiaco aumentan mucho cuando existe ateroesclerosis, endurecimiento de las arterias coronarias y después de un ataque cardiaco.
Relación con la Carnitina , la acumulación de grasa, el rendimiento físico y mental
Las facultades intelectuales y corporales, así como los esfuerzos deportivos son exaltados por el ácido ascórbico que disminuye el cansancio muscular consecutivo a la actividad física y acelera la recuperación.
Repasando los trabajos sobre el escorbuto productor de debilidad y agotamiento físico extremo, Cameron topó con el trabajo del doctor R. E. Hughes, quien descubrió que la vitamina C es un cofactor esencial para la biosíntesis de carnitina. El aminoácido carnitina es un elemento que transporta los ácidos grasos al interior de las mitocondrias de todas las células para ser oxidados y producir energía.
Hughes demostró que los conejillos de Indias deficientes en vitamina C son incapaces de producir carnitina en sus músculos, situación que disminuye la capacidad de quemar la grasa para producir energía
Cameron consideró que esta es una clara explicación a los resultados de la insuficiencia de vitamina C, la cual produce caquexia, síndrome sistémico de debilidad muscular progresiva, desgaste muscular, perdida de músculo, apatía creciente, lasitud, fatiga, estreñimiento y acumulación progresiva y patológica de grasa.
Un aporte adecuado de vitamina C aumenta la producción de carnitina en los músculos, mejora la utilización de la grasa para convertirla en energía, mejorando la vitalidad y el rendimiento físico y mental.
Acción Antioxidante
La vitamina C es un excelente antioxidante celular que bloquea en forma directa algunos radicales libres tales como componentes del hubo y emanaciones de solventes. No obstante su papel más importante puede provenir de sus dos efectos indirectos sobre otros bloqueadores de radicales libres. Actúa reforzando la actividad antioxidante de las vitaminas A y E incrementando su actividad y protegiéndolas de la oxidación lo que, además, reduce la necesidad de su uso Son sinérgicas y se refuerzan entre sí. Desempeña un papel especialmente importante a nivel del tejido celular al que protege de la isquemia (carencia de oxigeno). La isquemia y la reperfución subsiguiente aumentan la producción de radicales libres, lo que puede originar estrés oxidativo y destrucción celular.
Por otra parte, la vitamina C restaura al importante bloqueador de radicales libres denominado Glutatión Peroxidasa. Cuando el Glutatión detiene a un radical libre o se utiliza en su metabolismo, se vuelve inactivo, pero la vitamina C le devuelve su poder antioxidante.
(Volveremos a ese tema y lo ampliaremos en el siguiente artículo)
Necesidades de vitamina C en el ser humano
La vitamina C es una sustancia orgánica natural indispensable para todas las células vegetales y animales. Todos las células de todos los seres vivos requieren cantidades importantes de ácido ascórbico. Se encuentra en prácticamente todos los tejidos de seres vivos. Todos los animales necesitan vitamina C y la mayoría cuentan con una producción endógena, propia, muy abundante. Casi la totalidad de las especies animales pueden realizar la síntesis de ácido ascórbico en el hígado a partir de la glucosa.
Solo los primates, cobayas, algunas especies de murciélagos vegetarianos, algunos tipos de saltamontes, la trucha, algunos salmónidos y el hombre carecen de esa capacidad y no pueden sintetizarla, por lo que deben obtenerla de los alimentos. Su supervivencia depende entonces, de su aptitud para encontrar en los alimentos la cantidad suficiente de esa sustancia indispensable.
Los animales que la producen, lo hacen en cantidades muy apreciables, que en un hombre promedio equivaldrían a 10 gramos diarios. Una cabra de 70 kilos sintetiza 13 gramos diarios de vitamina C. Los gatos, vacas, ardillas y moscas producen una cantidad de vitamina C proporcional a su peso, que equivaldría a un promedio de entre 10 y 20 gramos diarios para un peso de 70 kilos. El perro produce en su cuerpo, más de 10 miligramos de vitamina C por kilogramo de peso corporal al día.
Pero al parecer eso no les basta. Los animales que tienen la capacidad de sintetizar en su hígado su propia vitamina C aprovechan, además, la que contiene sus alimentos. La carne y otros tejidos crudos y frescos con que se alimentan los carnívoros, tienen cantidades importantes de vitamina C. Los herbívoros, reciben un abundante suministro extra en sus alimentos. El contenido medio de ácido ascórbico de los vegetales que consumen es de 2.3 gramos para una ración de 2,500 calorías
Se ha revisado la alimentación de los animales que no tienen capacidad de producir vitamina C y se ha encontrado que su dieta contiene cantidades muy elevadas, lo que proporcionalmente se aproximaría a entre 10 y 20 gramos diarios para un hombre medio de 70 kilogramos de peso.
La bioquímica humana es muy similar a la de los animales y sería absurdo pensar que lo que un aspecto que es muy semejante y común en todas las especies animales, fuera distinto en el hombre. Quien para asegurar una salud y un rendimiento óptimos y no solo su supervivencia, requiere proporciones similares a la de los animales.
Según Irving Stone (The Healing Factor: Vitamin C against Disease. 1972. Grosset y Dulap, Nueva York), todos los seres humanos padecen de una enfermedad genético-congénita: “Hipoascorbia”, corregida solamente mediante el aporte de 2 a 12 gramos de ácido ascórbico por día.
Algunos monos (animales que no la sintetizan) de acuerdo con pruebas experimentales tienen un requerimiento de 55 miligramos de vitamina C por kilogramo de peso corporal. Eso correspondería para un hombre de estatura y complexión mediana aproximadamente a entre 4 por día.
En el hombre, unos 60 miligramos bastan para prevenir el escorbuto, pero actualmente se duda sobre la base de numerosas evidencias, que esa cantidad sea suficiente para alcanzar una salud óptima, y para proteger al cuerpo humano de ateroesclerosis, isquemia, cardiopatías, artritis, cáncer y otras enfermedades degenerativas.
La ingesta oficial recomendada basta solo para prevención de los síntomas carenciales clásicos del escorbuto, pero no toma en cuenta su capacidad recientemente descubierta de mejorar la resistencia y prevenir el cáncer, la oxidación del colesterol y las enfermedades cardiovasculares, para lo cual se requieren dosis bastante mayores.
Aunque en la actualidad el escorbuto se ha declarado excepcional en el hombre, el estado preescorbútico es generalizado y frecuente; se traduce en tendencia a la fatiga, hemorragias subcutáneas y gingivales, estados depresivos que aparecen sobre todo en la primavera, resistencia disminuida a las infecciones, trastornos digestivos, reumatismo, aflojamiento de los dientes, abortos, esterilidad y predisposición a la adquisición de enfermedades crónicodegenerativas como cardiopatías, artritis y cáncer.
Vitamina C-2 (bioflavonoides)
Los flavonoides o vitamina C-2, son un factor coadyuvante para que la vitamina C-1 desempeñe su efecto antiescorbútico, preventivo y antioxidante. Siendo necesario ingerir la vitamina C como ya mencionamos, tal como se encuentra en su contexto natural, acompañada de flavonoides para obtener todo su beneficio. Como el ácido ascórbico sintético no se encuentra mezclado con flavonoides, no muestra acción antiescorbútica.
Los flavonoides son sustancias de distintos colores que pigmentan y dan colorido a los vegetales y frutas cumpliendo, además, funciones protectoras, han acompañado al hombre en su alimentación a través de toda su historia, por lo que aunque no encuadren con las clasificaciones oficiales entre alguna de las categorías asignadas a los nutrimentos, de todas formas diversos autores los considera como tales.
Los investigadores han encontrado que una de las formas en que actúan los flavonoides en el cuerpo humano, es protegiendo de la oxidación a las glándulas suprarrenales y a la hormona adrenalina ayudándola a producir apropiadamente sus efectos en el endotelio vascular. De manera indirecta mantienen el tono capilar y equilibran la permeabilidad del endotelio, evitando la extravasación de la sangre, lo que previene y detiene las hemorragias.
Se han estudiado una diversidad de efectos específicos de los flavonoides en distintos tejidos y órganos humanos, habiéndose descubierto diversos beneficios, protectores y restauradores de la salud.
Por ejemplo, en el Castaño de Indias y en su corteza se ha identificado el flavonoide epicatecol, el cual mejora notablemente el tono venoso, por lo que se utiliza con comprobados beneficios en varices y hemorroides. Este flavonoide se localiza también en las uvas, berros, melocotón, nuez de cola y muchas otras frutas y vegetales.
Otro flavonoide denominado rutina, produce un efecto muy similar al del epicatecol, por lo que también se utiliza en trastornos venosos. Se localiza en cantidades abundantes en la ruda, trigo sarraceno, alcaparras, tomate, polen comestible y en cítricos.
La farmacopea nutricional, dispone de preparados mezclados con ácido ascórbico, utilizados como complementos alimenticios, con cantidades farmacológicas de distintos flavonoides.
Estos factores protectores de origen alimentario, se utilizan con gran éxito en distintos trastornos vasculares cuando es necesario aumentar la resistencia capilar como en el escorbuto, síndrome hemorrágico, encías sangrantes, fragilidad capilar, hemorroides, varices y celulitis.
El resultado más estudiado e importante de los bioflavonoides es el de contribuir al equilibrio del tono y la permeabilidad capilar, sin embargo, pueden ejercer efectos antioxidantes específicos en distintos tejidos del organismo humano.
Un creciente número informes científicos abordan los diversos aspectos que se están descubriendo del empleo de bioflavonoides como antioxidantes de origen dietario entre los que destacan los efectos de los polifenoles.
Los mecanismos a través de los cuales ejercen su acción antioxidante resultan de una combinación de propiedades quelatantes de metales de transición y secuestradoras de radicales libres, así como de la inhibición de oxidasas y acción su sobre otras enzimas especificas, lo cual les confiere determinadas propiedades clínicas.
En nuestro próximo artículo concluiremos el tema de la Vitamina C y de los bioflavonoides, explicando algunas aplicaciones específicas, dosificaciones sugeridas y protocolos de utilización. Y proporcionaremos las principales referencias bibliográficas utilizadas en este trabajo, además de las que ya mencionamos en la primera parte.
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Última modificación: 18 de Diciembre de 2012
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