Síndrome de
deficiencia de nutrientes (Parte 1)
Por Miguel Leopoldo Alvarado Saldaña
Nota: El desafío de la protección es una responsabilidad que cada persona debe asumir y que está al alcance de todos. Lograr una salud óptima y la prevención de enfermedades es un anhelo y una meta plausible.
Decadencia física y mental producto de una mala alimentación.
Durante los últimos 150 años aproximadamente se han producido bruscamente radicales cambios en los métodos de producción, trasportación y almacenamiento de alimentos que han modificado y reducido su calidad nutritiva. Junto a ese proceso de producción industrial de alimentos se han creado “productos alimenticios artificiales” elaborados con ingredientes refinados ricos en energía, aditivos químicos sintéticos, químicos tóxicos, severamente empobrecidos y en algunos casos completamente carentes de nutrientes esenciales.
Y resulta que, de una forma paralela, con una relación directa y proporcional se ha producido también una degradación generalizada del estado de salud en los seres humanos, una incidencia creciente de trastornos físicos y mentales considerados como “enfermedades de la civilización industrial” que antes se producían en adultos mayores, pero que en la medida que ha ido pasando el tiempo se han extendido en segmentos cada vez más jóvenes de la población incluyendo niños y adolescentes. Fenómeno que ha dado origen a un decremento en la longevidad humana y que ha hecho que ahora muchos padres tengan que enterrar a sus hijos.
La epidemia de “enfermedades de la civilización industrial” ha irrumpido en el mundo moderno como resultado de los métodos industriales de producción intensiva de alimentos, en conjunto con diversos factores nocivos del estilo de vida actual.
Al conjunto de trastornos y enfermedades fiscas y mentales que azotan a la sociedad occidental, se les ha denominado “enfermedades de la civilización”, por considerarse como un producto secundario e indeseable de una sociedad altamente industrializada y tecnificada.
Si pudiéramos prevenir todas las muertes que ocurren antes de los cincuenta años de edad, nuestra expectativa promedio de vida que actualmente es de aproximadamente de setenta y ocho años (más o menos dependiendo de la región o el país de que hablemos), se incrementaría solo alrededor de tres años.
En 1900 la expectativa promedio de vida no llegaba ni siquiera a los cincuenta años. Desde entonces, se han abatido la mayoría de las enfermedades infecciosas, las guerras y las hambrunas que mataban a un gran número de niños y de personas menores de 50 años.
No obstante, ahora enfrentamos un conjunto de enfermedades crónicodegenerativas cuya incidencia era previamente mínima. Enfermedades que de forma aislada pueden clasificarse como endemias o epidemias, pero vistas en conjunto pueden considerarse como una gran y letal pandemia: sobrepeso, obesidad, síndrome metabólico, disglicemias como hipoglucemia reactiva, prediabetes, diabetes tipo II, Alzheimer (diabetes tipo III), enfermedades cardiovasculares, distintos tipos de cáncer, disfunciones hormonales e inmunológicas, intestino permeable, fatiga crónica, fibromialgia, insuficiencia hepática, hígado graso no alcohólico, insuficiencia renal, diversos tipos de artritis, osteoporosis, diferentes enfermedades autoinmunes, intolerancias y alergias a diferentes alimentos y a sustancias químicas (síndrome tóxico múltiple), así como un gran número de trastornos de reciente aparición.
Podríamos observar a cada una de estas enfermedades de manera aislada y considerar que no tienen vínculo alguno en común. Hay quienes aseguran que podemos verlas como el resultado del incremento en la expectativa promedio de vida registrado en los últimos 100 años, pues argumentan que vivir más tiempo hace al ser humano más susceptible a estos padecimientos. O tal vez más acertadamente podrían considerarse en conjunto, como el resultado de la alimentación industrializada y del estilo de vida moderno. Vistos así bajo una visión unificada con un vínculo y una causa en común, este conjunto de padecimientos puede considerarse como un síndrome que tiene su causa y origen en los bruscos cambios que se han producido en los países industrializados durante los últimos 100 a 150 años.
Por supuesto que nuestros cuerpos decaen con la edad, pero no existe motivo para que una mayoría de personas padezca alguno o varios de los trastornos mencionados, porque según solidas investigaciones demuestran que estas enfermedades son evitables. Bajo esta última visión las “enfermedades modernas” también denominadas “enfermedades de la civilización”, son el resultada de malas elecciones alimenticias y de estilo de vida y por lo tanto son evitables. En consecuencia, la información, la educación y diversas medidas profilácticas deberían ser la primera línea de acción a trabajar por parte de los profesionales de la salud con sus pacientes.
La prevención será siempre la mejor medicina, siendo sumamente importante considerar que el cuidado de la salud, es una responsabilidad personal, que solamente puede ser practicada por uno mismo. Los gobiernos y los organismos de salud pueden implementar recomendaciones y directrices sanitarias generales, pero no pueden obligar por la fuerza a las personas a comer saludablemente, a practicar actividad física, a implementar medidas apropiadas para afrontar el estrés y la angustia existencial, a dormir y descansar bien, o a protegerse de la contaminación de una manera efectiva. La alimentación y el estilo de vida saludable, compete a la responsabilidad de cada persona en lo individual.
Lo que, si pueden y deben hacer los gobiernos y los profesionales de la salud, es informar, educar y orientar a las personas para que elegir las opciones más apropiadas y saludables, para cuidar uno mismo de su salud, prevenir enfermedades y si ya está uno enfermo, a tomar esas mismas medidas que contribuirán junto a los tratamientos médicos a sanar o por lo menos a evitar agravar y complicar aún más las enfermedades.
Mas del 60 % de todas las muertes se relacionan directamente con la alimentación errónea. Esto significa que más de cinco personas tan solo en Estados Unidos mueren cada dos minutos debido a una enfermedad que su podría haber evitado por completo o por lo menos haberla pospuesto comiendo de manera correcta y saludable. Elegir inteligentemente los alimentos que consumimos puede brindar enormes beneficios a cada individuo, a su familia y a la sociedad en su conjunto.
Los alimentos naturales, integrales y sin procesar, contienen nutrientes esenciales y accesorios, biomoléculas de vital importancia, y fitoquímicos con funciones protectoras, que en conjunto pueden preservar y mejorar la salud, así como prevenir y retardar la aparición de enfermedades o ayudar a sanarlas.
En una serie de artículos y notas que paulatinamente iré elaborando y publicando, abordaré el tema de las enfermedades de la civilización industrial, sus causas, y las medidas dietéticas y nutricionales que cada persona puede implementar para evitarlas o para sanar de estos padecimientos.
El desafío de la protección es una responsabilidad que cada persona debe asumir y que esta al alcance de todos. Lograr una salud óptima y la prevención de enfermedades es un anhelo y una meta plausible.
Nota:
El concepto de «enfermedades de la civilización» fue propuesto por primera vez por el médico francés Stanislas Tanchou durante el siglo XIX al encontrar diferencias en la incidencia de cáncer entre el medio rural y el urbano y durante diferentes épocas en la misma ciudad de París (Stefansson, 1960). Para él el cáncer, como la locura, eran mucho más comunes en las naciones civilizadas (Lewis, 2007, p. 82).
1 comentario:
herbomundo
No solo importa qué comemos, sino también la densidad nutricional de nuestros alimentos. Elegir opciones ricas en nutrientes es clave para una dieta equilibrada y una salud óptima.
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